EL CONTRAALMIRANTE
PIERRE Y EL VINO ADULTERADO:
Esta historia sucede durante el siglo XIX, más concretamente
en 1883, durante la pugna de Francia y Gran Bretaña por Madagascar, isla
africana al norte del paralelo 16. Esta es la historia del almirante Pierre y
sus locuras y comienza tal que así: En abril de 1883 una poderosa escuadra
naval francesa de cuya información completa nos es ignota arriba a Madagascar.
En cualquiera de los casos, tiene como buque insignia el barco “La Fleur” y en
virtud de un tratado de la época del cardenal Richelieu (principios del siglo
XVII) el Almirante/Contraalmirante hace gala de su derecho nacional sobre la
isla iniciando varios bombardeos sobre las ciudades costeras de Madagascar. El
31 de mayo de 1883 Pierre llega a la capital, Tamatave (aunque realmente la
capital espiritual era Antananarivo), y decide lanzar un ultimátum al gobierno
de los hova (la etnia mayoritaria que gobernaba por aquel entonces Madagascar,
más bien el Reino de Imerina.) Los hova eran una de las tres castas dominantes,
en concreto la más influyente. En cualquiera de los casos, el ultimátum del
contraalmirante decía así: si no entregaban todo Madagascar, abriría fuego
sobre la ciudad (una ciudad indefensa). Para “suerte” de la ciudad, un cónsul
británico llamado Pakenham, que se encontraba en ese momento bastante enfermo
pero que aun así tratará de protestar ante los franceses se encontraba en la
zona. Sin embargo, estos le dirán únicamente que se ocupe de sus asuntos.
También había un balandro británico en el puerto de Tamatave, propiedad de un
tal “Johnston”, por lo que Pakenham ordena a los ciudadanos británicos de
Tamatave que se refugien en el barco por si el almirante francés llegaba a
cumplir su amenaza.
Aun así, Pakenham no estaba dispuesto a abandonar el
consulado, y pide a Johnston que le preste a veinte de sus marineros para
enviarlos a tierra a vigilar el edificio del consulado. La noticia sobre este
desembarco, que no tardó en llegar a oídos del almirante francés, es
interpretada como una invasión británica y lo enfada sobremanera. Así exige a
Johnston que retire su barco de la costa, y este, al verse frente a una
escuadra entera accede a anclarlo lejos del puerto. Por otro lado el ultimátum
del almirante ha expirado y los hova ignoran las exigencias del almirante, así
que tal y como prometió, el almirante Pierre comienza su bombardeo sobre la
ciudad de Tamatave.
Como no había tropas de los hova sobre las que disparar, se
concentraron en un fuerte deshabitado y desvalijado que no contaba con siquiera
una bandera enarbolada o cañones. Localizado en uno de los extremos de
Tamatave, sobre un promontorio (una elevación de tierra similar a un monte de
poca altura). Seis grandes navíos de guerra franceses pasarán dos horas
disparando sobre un fuerte vacío antes de que las tropas se dirijan a la ciudad.
Para aquel momento, la ciudad estaba desierta porque los habitantes habían
huido despavoridos ante la ofensiva de los franceses; las casas de los nativos,
construidas con paja, ardían y se consumían en fuego. Sin embargo, a bordo del
buque insignia francés, el almirante insiste en que los incendios eran producto
de los incendiarios de los hova, que ayudados por los marineros británicos que
salvaguardaban el consulado, planteaban esta estrategia como ofensiva ante el
ataque francés.
Pasado el día, los artilleros
franceses se detienen para desayunar, y es entonces que algunos ciudadanos
británicos que aún quedaban en tierra aprovechan para comprobar el estado de sus casas. Algunas
estaban agujereadas por los cañones, otras, se habían incendiado; pero milagrosamente
ningún hova había salido muerto o herido. A las once y media comienza una nueva
batería de cañonazos que solo se detendrá al anochecer, con el mismo resultado
que la ronda del día anterior. Aun así, este fuego producido por los cañones
franceses fue tan indiscriminado, que llegaron a quemarse casas de la comunidad
francesa. Una incipiente lluvia pone fin al ataque del Contraalmirante Pierre
sobre Tamatave.
Al día siguiente envía a unos exploradores que habrían de
cerciorarse de si era seguro desembarcar sus tropas. Pierre les advierte de que
los hova habrían tendido trampas, minas y mecanismos ocultos y que debían
actuar con sumo cuidado. Cual fue la sorpresa de este dispositivo francés,
cuando llegan a tierra y no solo no encuentran nada de eso, sino que la
población, animada por el cese del bombardeo, regresa a la ciudad, y de hecho
ninguno de los pobladores muestra ápice alguno de recelo o resentimiento sobre
las guarniciones. Por el contrario, únicamente tratan de alcanzar sus casas y
comprobar las reminiscencias de los que fueron sus hogares.
Ante esto, se declara vía libre. Los 600 hombres bajo el
mando de Pierre desembarcan en la playa, ocupan el fuerte que habían
bombardeado y el contraalmirante declara el estado de sitio de Tamatave, comunicando
al cónsul británico que la ciudad quedaba bajo la ley marcial. El cónsul
británico no puede explicarse nada de lo que está sucediendo. Ni la ley
marcial; que necesita de un enemigo para declararse; ni el proceder general,
bombardeando durante dos días sin un resultado real salvo la destrucción de las
infraestructuras de la ciudad, eran justificables. Y de hecho, se preguntaba
cómo explicaría Pierre todo esto en París.
Mientras sucedía todo esto; un tal Shawn, un misionero
británico, trataba de reconstruir su casa destruida por los proyectiles
franceses. Shawn tenía un gran dispensario con un amplio contenido en
medicamentos y frascos. Los franceses habrían dispuesto un piquete en torno al
edificio con el fin de proteger un material tan importante tanto de los ataques
como de los saqueos. Shawn descubre al día siguiente que su dispensario ha sido
asaltado y que muchas de sus medicinas habían sido robadas, además de varias de
sus mejores botellas de clarete, las cuales los piquetes franceses habían sustraído
de la bodega. Simultáneamente, el estrés de la ocupación francesa reacciona
negativamente sobre el enfermo cuerpo de Pakenham, que sucumbe a una grave
dolencia renal. Y Johnston, mientras Pakenham agoniza, se autonombrará cónsul
en funciones y tratará de representar los intereses británicos en Tamatave. No
tardará mucho en pasar a la acción, porque el misionero llega al viejo fuerte
de los hova ahora ocupado por las tropas francesas con la intención de quejarse
del allanamiento de morada sufrido y del robo sufrido.
Pero sorprendentemente, es arrestado de inmediato por el
comandante francés que lo sube a bordo del crucero “La nieve”, consiguiendo así
el Contraalmirante su archibuscado enemigo.
Presenta entonces un asombroso ultimátum al moribundo cónsul británico en el que este habría de abandonar la isla en 24 horas. Pero este ultimátum nunca pudo llevarse a efecto, pues Pakenham murió ese mismo día, más concretamente a las doce horas de tramitarse este ultimátum.
A bordo del buque de guerra francés, el misionero ya furioso
y sorprendido, descubre que está detenido por ser sospechoso de envenenar a los
soldados franceses con vino adulterado con droga. Según la acusación francesa
(aunque más bien del Contraalmirante Pierre) él trabajaría a sueldo de los
hova, y habría insinuado a los piquetes que vigilaban su casa que tenía
botellas de vino y donde se encontrarían con el fin de que los soldados se las
llevaran. Textualmente decía: “Cuando vinieron a instalarse encontraron en el
jardín botellas de vino evidentemente exhibidas para tentarlos. Los que
probaron el vino cayeron repentinamente en un estado de intoxicación letárgica.
El oficial al mando rompió inmediatamente las botellas y derramó el líquido,
guardando una botella como muestra, que se encuentra actualmente en Reunión
para su análisis químico.”
A pesar de todos los esfuerzos del capitán Johnston, el
misionero permanecerá bajo arresto durante diez días en uno de los navíos,
aislado hasta el punto en el que Pierre le negará a su mujer poder visitarle.
Aquí es evidente que el estado mental del Contraalmirante se va deteriorando
aún más por la tensión nerviosa que le genera esta situación, e incluso los
tripulantes, sus subordinados, empezarán a considerar su actitud errática
sospechando de su cordura.
El 26 de junio ordena a sus hombres detener y registrar el
vapor británico “Taymouth Castle” exigiendo al capitán que le entregase el
correo que llegaba a Tamatave. A continuación, ordena al cónsul en funciones,
Johnston, que entregue todo su despacho (es decir, su correo y demás archivos
con la función de comunicarse) al almirantazgo británico a través del buque de
insignia francés. Ambas actuaciones fueron, en la época, constitutivamente
ilegales. Ya que con la primera acción incurriría en un acto de piratería, y el
segundo, interponiéndose entre las comunicaciones de un país y sus subalternos,
un acto de guerra. Ante la neurótica actitud del contraalmirante, Johnston
consigue mandar su despacho de estraperlo a Zanzíbar y dispone su barco para el
combate por si fuera necesario resistir a una ofensiva por parte de los
franceses. Afortunadamente el cónsul británico de Zanzíbar se pone al corriente
de la situación y telegrafía a Londres indicando que el Contraalmirante Pierre
estaba “fuera de sí”, que éste había cortado las comunicaciones con Madagascar,
y que había obligado a los residentes extranjeros a arriar su bandera nacional.
Es innecesario decir que el tendido telegráfico entre Londres
y París comenzó a echar chispas entre acusaciones y contraacusaciones, pues en
París no tenían idea alguna los hechos; hasta que finalmente el ministerio de
asuntos exteriores francés se ve obligado a admitir su completa perplejidad
ante el comportamiento de este Contraalmirante, especialmente sobre el
misionero hecho prisionero y sobre todo el episodio del vino adulterado. El 7
de agosto, después de dos meses de aprisionamiento, unas órdenes directas de
París obligan a la comandancia a liberar al prisionero por falta de pruebas.
Tras esto, el Contraalmirante marchará aún enfermo a Francia, donde dejará la
marina y fallecerá poco después. A día de hoy sabemos que posiblemente el
estado mental del Contraalmirante Pierre se debiera a un tumor cerebral, que
puede llegar a transformar el comportamiento. En honor al capitán Johnston que
había mantenido la bandera británica alzada con sorprendente audacia, llegará
un nuevo almirante con una escuadra británica lo suficientemente poderosa como
para poder hacer frente a la francesa si se desataban hostilidades, por lo que
se neutraliza el conflicto. Y Shawn regresó a Inglaterra donde tuvo una gran
acogida, y donde gracias a los buenos oficios de Lord Granville obtuvo una
indemnización por parte de Francia de 1000 libras con el fin de cubrir su
detención ilegal de 54 días.
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