RA MUT NUT JANUT
PTAT NEFTIS NEJBET
SOBEK SEKMET SOKAR
SELKET RESHPU GAUCHET
ANUBIS ANUKIS SESHMET
NESHET JENSUT PTETNUT
JIKET MAFTET
Camino con el susurrar del viento y el crepitar de mis
párpados entonando vertiginosas melodías que acompasan las hojas chocantes que
caen al suelo embestidas por la lluvia, mientras una luna llena incipiente
permanece oculta como si estuviera recubierta por nubes de petróleo. Los
árboles moribundos que tapizan de vejez el reflejo de las farolas, entrechocan
sus huesudas ramas advirtiendo precipitarse con cada ráfaga de aire. La goma de
mis suelas chirría en el pavimento cuando no está pisoteando charcos, y cuando
así está; el agua enfurecía, y tanto lluvia como charco hacían de peregrino,
caminante, y de caminante, presa, inmolándose al unísono en mi chubasquero
marrón.
Cuidadosamente volteo
la mirada atrás y de entre la llovizna y las tintineantes farolas atisbo las
huellas de un lobo con piel de cordero que me persigue, como único testigo el
lodo y como estandarte: una mano asfixiante que aprieta y sofoca, que me
persigue en el barro, en las calles, en la acera de al lado. En cualquier lugar
donde mi mente y alma luchen por la custodia de mis manos. Sin darme cuenta,
ahora quieto, estoy mirando atrás como un cincuentón melancólico mientras la
lluvia insomnificante y fría flagela mis gafas y cabeza.
Uno por delante, y otro me sigue. Rivalizo entre mis pies
quien va más rápido por turnos mientras el lobo y la lluvia me vigilan con
cautela. Entonces tengo miedo, y las manos grandes ¿Qué me pasa en las manos?
Ya no tengo miedo, pero estoy asustado ¿Pero que me pasa en las manos? Ya no me
da miedo nada, ni el lobo, ni la lluvia, ni las manos, ni los charcos, ni las
calles, ni las nubes ¿Y ahora donde están mis manos? Paro, me pongo a llorar,
me retuerzo los ganglios y paso lista a ver si han venido todos.
Los coches, faltan los coches. Faltan los coches rojos,
blancos y azules que con el lobo detrás se vuelven negros, por la luz o por el
lobo pero: - Y YO QUE COÑO SE, DONDE ESTÁN MIS PUTAS MANOS. Me toco los
bolsillos, los talones los cojones, la lengua; toco en casa de mi madre y toco
las campanas de una iglesia. Me rindo, todos de acuerdo en que me rindo. –Ya
vale la broma; le dice el charco al lobo risitas que está comiéndose a mi
hermana con mis manos en un cuenco.
-2-
Ojos lodados de pan… de pan de cieno, de desgarbo, de babas
quemadas y toses inversamente proporcionales a los coches que giran en ciclos
de treinta pasos. De niños quietos y adultos hipercautivos que hacen giraldas
en girones y autodestruyen botellas del mismo modo en que te beso; del cuello
al culo. La clave está en sentarte frente a un radiador y quemarte las manos. Y
pararse en seco. Y llorar en seco.
Me ahorqué con la bufanda, y entré a un ascensor sin puertas
ni botones; estrellando los brazos contra bibliotecas minúsculas con cuadros
toxicosemánticos. Empiezo a pintarme por detrás de los lienzos, la madera me
hice yo y me quemé con el radiador. Sin darme cuenta estaba durmiendo sobre mi
propio charco. Mis problemas son míos y no son míos, pero este es mi charco; y
mientras saco los pies del hueco del sofá para chapotear en mi llanto, el cojín
se hunde. Jack y Rose cabían en la tabla, los dos cabían perfectamente, y no le
dejó subir o el tío se flipó y quería comerse un tiburón normal; ni blanco ni
negro, ni soltero ni casado, ni agresivo ni cansado, ni silvestre ni
amaestrado. Solo un tiburón ¿Entonces por qué(coño) estoy temblando? Rose tiene
su tabla y Jack su tiburón normal como plato del día. Me he quemado con el
radiador. Se me ha pegado la piel a la polla y ya no puedo ni nadar, ni cambiar
del ordenador a la cama, y de la cama a la soga. Jack era un flipado, un puto
flipado. Yo solo soy la muerte. Eché a suertes que decir: Me ha salido no
salir. Ahora estoy asustado… tan asustado
-3-
Quiero quitarme los ojos ¿Por qué siempre hay un quiero en
este folio? No en este folio, pero en el otro y este que son el mismo hay más
que estrellas en tus ojos. Los tuyos, no
los míos. Los míos me los quiero quitar o darles la vuelta y mirarme adentro, a
ver si estoy hueco o si es que hay poca luz. Quiero arrancármelos de verdad ¿O
de mentira? –Bueno, puedo coger uno, darle la vuelta y dejar quietos los
labios, digo. Pero como grite me quito el otro, de verdad o me mentira pero me
lo saco. Y me lo como debajo de mi sofá donde papa y mama se sientan llorando
mi ausencia. Pero estoy debajo, y ellos no lo saben. No voy a decir nada. No gritaré, ni moveré la boca,
ni la lengua, ni el ojo invertido que me he puesto, ni las manos de mi pecho.
Voy a dejar de respirar. –Ya vale la broma, me dice una bolsa de basura
temerosa que se asoma por debajo del parqué haciéndome girones la espalda. La
basura no lo entiende. Pero este sofá no es cosa mía, ni que este debajo tampoco.
–Tócame la polla, le digo llorando. Parece que me oyen y el sofá se da la
vuelta cayéndose los pasajeros, el conductor y las cuatro ruedas desmontadas.
Noto un hueco en el ojo vacío en la cuenca forjada por mis ganas de conocerme y
me veo por dentro por la luz de la tele, que se filtra en mi barriga a través
de mi cuenca. Y me siento en el sofá. Estoy tendido boca abajo leyéndome y
odiándome, en crescendo ambas acciones, mientras en la radio suena la jungla de
cristal. Y otro gol, y otro gol.
Dentro de mi barriga, mi partida de nacimiento. Partida que
perdí hace tiempo, por supuesto. Leo mi nombre; lo leo en árabe de Marruecos,
recitando Zacarías sentado en un Mercadona, y me quema las orejas por leer cada
letra con cada otra y sentir que no siento que tenga nombre. Lo he hecho por
ti. Decido meterme en el sofá de lleno ya que estoy hueco, y con el molde de
mis pantorrillas hacerme diez cojines. Me he comido mis propias piernas. Sangro
por la boca y por el culo. El instinto y el asco se cuelan en la cuenca hasta
mi barriga, y mi barriga lo abraza ¿Mama? Ya me quito del sofá. Me quito del
sofá porque aunque mis pantorrillas sean un cojín, no quita que en mi mismo no
hay lana; de oveja el estiércol, pero nada más. Estoy borracho. Lo estoy porque
como no lo esté es que no me he llegado a quitar los ojos, ni les he dado la
vuelta. Pero sigo debajo del sofá. Salgo un poco, pero vuelvo a casa pronto y
el sofá se ha vaciado. No hay ni bolsa ni cojines, solo la tele, que está
sonando. –Hazme el favor de apagar la tele, o apaga las manos de este plato.
-4-
¿Por qué me siento así? Tan abrumado y absurdo, me siento
mal y triste, y tengo la sensación de alguien que ha perdido algo y está al
borde de la depresión y el ataque de nervios. Estoy ansioso y muy inquieto, mis
piernas no dejan de vibrar y desplazarse en un recorrido cíclico y corto. Me
duelen los dedos por la ausencia de uñas, roídas por la ansiedad que postergó
mis manos y las impulsó a inmolarse hasta sus cimientos en una boca
tambaleante, emisora de chasquidos y llamadas de auxilio mudas, de flores
llamativas inmortales ante todo menos el frío de una promesa incumplida y el
cumplir con el pasar de los años. ¿Dónde están mis uñas? Me las he tragado
todas queriendo morderme los huesos, por temer a mi sangre quedan muñones y por
muñones queda lo que no queda. Quedan más uñas, ocultas en mi esófago. Se han
empalado a sí mismas contra un muro rosado con lanzas azules, destiñendo el
arco iris con patadas en mis pies; desde la planta hasta el plantón de la dama
al vagabundo por dormir contando letras y jugar a un ajedrez sin cuadros ¿Qué estoy haciendo? Me he dado cuenta de que
estoy escribiendo sin ton ni son; muy rápido y sin sentido, al ritmo de mis
latidos. Mi corazón se para. Se para porque mi mano está descansando retorcida
alrededor de un mustio tronco, inundado por las regaderas de un gigante
melancólico, de un tiburón mueso, del arrepentimiento de haber partido el
tiempo en octavillas. Ayer me masturbé y me puse a llorar, miré el semáforo que
estaba en marcha; lo miré hacia atrás, me estaba marchando hace rato. Razoné
con mi pene y mis lágrimas: les invité a una comida y a una misa. –Dame la
llave del grifo, le dije a mi pene, que estas lágrimas no quieren renovar su
hipoteca, ni tampoco mi cuerpo.
Quieren decrepitarme, así que dame la llave, o hazme una
copia. Por favor.
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