Iba caminando Quino por las frías calles de Albacete
pensando en ella, aparecen el hijo de Carpanta y Dios.
Quino – Bien hallados seáis.
Hijo de Carpanta - ¿A qué esos anacronismos?
Dios – Mira quien fue a hablar. Se supone que esas son mis
labores (lo de hablar raro).
Q – Lo siento amigos, tenéis razón. Es que ando como
perdido. El hablar me sale en verso. Mis silencios son eternos, aunque de vez
en cuando los rompo en un interminable discurso. En un problema estoy.
H – No he entendido nada.
D - Soy omnisapiente,
y yo tampoco.
Q – No sé qué me pasa. Bueno, que hace tiempo que suspiro
por una mujer a la que amo. Se me aparece en sueños. Todo me recuerda a ella.
Mi muy querida… como la echo de menos.
H – Que sufres mal de amores ¿No?
D – Eso he entendido yo.
Q - ¡Sí! ¡Y de los
peores!
H - ¿A qué es de los peores?
Q – No hay nada que no me haga volver a un dulce recuerdo
suyo que se torna amargo. Como la idea de Bien supremo, aglutina todos los
saberes; sea el bien supremo ella y todos los saberes el resto de mis fracasos
amorosos. No importa cuando, donde, ni que esté haciendo. Mi mente es capaz de
hilvanar la respiración a su recuerdo.
H – Mira que eres, poeta, gran adulador y exagerado
tremebundo. Pero a ver, quien es ella que tan profundo te hace suspirar y quien
tanta desgracia te está trayendo.
Q – Se llama como lo que ansía el político. Sus ojos son de
un castaño primoroso, adelantados en la concupiscencia. Y que boca ¡Señor!
D - ¿Si?
Q – No, no. Estaba jurando. Quería decir que es de cualidad
divina. Su voz es la de los ángeles.
D - ¿Cuál de todos?
H – Como le detengas por cada metáfora católico-cristiana me
parece que vamos a tener conversación para rato.
Q – En fin, que es la viva imagen de la belleza. Y de una
sapiencia extraordinaria. Elegante, sutil y majestuosa es ella. Nunca había
conocido a nadie así.
H – Suena a la más hermosa de las mujeres para ti. Claro que
la belleza no es una propiedad cuantitativa ¿No tendrás una foto suya?
Q - ¡No quiero un solo dispositivo si no puedo utilizarlo
para verla! ¡Me niego!
D – Este muchacho esta prendado.
H – Y que lo digas. A propósito, que me ha parecido entender
que no estás hablando con ella ¿A qué se debe si por ella bebes los vientos?
Q - ¡Oh cruel destino! La fortuna ha tenido por bien
apartarla de mi lado, pero no solo su cuerpo: sino su corazón ¡Qué gran
discusión, que bellísima trifulca! Luchamos cara a cara (Bueno, a través del
teléfono) Usando nuestro amor como espadas y tratando de arrebatarnos el título
de amante a regañadientes. Quiso el hado que acabara en agua de borrajas. Que
la ventisca y la tortuosa tormenta hiciese zozobrar las embarcaciones de
nuestra alma y acabase hundiéndose el amor, nuestro tesoro más preciado, y me
temo que con el también mi compungido corazón…
D - ¿Seguimos hablando de una mujer?
H – Que lastima. Estas cosas pasan. Son naturales y, dentro
de lo que cabe, estudiables ¡Anímate! La nostalgia juega a tu favor, y si tan
bellas fueron vuestras experiencias y lo que en pareja vivisteis ten por seguro
que el futuro, una vez sanes, te regalara el idilio de tu amor. Tan prodigiosa
es la memoria humana.
D – De nada.
Q – Me temo que no sea así.
H - ¿A qué se debe?
Q – A que nunca fuimos pareja.
D – Arrea…
H – Dios, no te adelantes, deja que se explique el muchacho.
Q – Así os digo. El mayor dolor de su amor es nunca haberlo
tenido.
H – Pero ¿No os debatíais en una encarnizada pelea de
boxeo-?
D – De espadas en un barco pesquero.
H – Si, eso, buscando un tesoro. En fin, lo que quiero decir
en definitiva ¿Cómo es que disputabais el puesto de amante si ella no te ama?
¿No sería más bien el de amado?
Q – Que poco entiendes, hijo de Carpanta, del amor ¡La
amistad es un paso previo a la pareja en el que, como dos judocas, el tori
zarandea al uke para comprobar su resistencia y perfilar sus mejores técnicas a
la vez!
H – De verdad, que no le entiendo
Q - ¡Una forma de saber si al que amas es apto de tu amor,
Jesús!
D - ¿Qué ocurre?
Q – Sera posible…
H – Si me permites examinar esto con vosotros, quizá podamos
entender lo que está pasando y darle solución. Para encaminar el asunto, creo
que primero deberíamos entender que es amar ¿Propuestas?
D – Yo amo a todos incondicionalmente, menos a los que en
vida no me amaron. Los bebés no cuentan.
Q – El amor, es decir, amar y ser amado, es lo mejor que te
pasará en el mundo.
H - ¿A qué entonces, estos paseos intempestivos en los que
al primer encontronazo te manejas como una amalgama de nervios?
D – Muy bien no se te ve, no.
Q - ¡No lo entendéis! ¡El amor es sufrimiento!
D – Que me lo digan a mí, o sea a mi hijo, o sea a mí.
H - ¿Pero no es lo mejor que te pasará en el mundo?
Q - ¡Eso es! ¡Por eso se sufre por él! Nada hay bueno en
este mundo que no se consiga con esfuerzo y algo de sufrimiento. Trabajamos
para obtener dinero y comprar lo más valioso para el hombre: el tiempo. Así
sucede con el amor. Manchas tus manos libidinosas y tu lesionada espalda en la
áspera tierra para finalmente (y con suerte) recoger el fruto del tiempo y el
trabajo. La flor. Este amor ¡Es verdaderamente hermoso! Un sufrimiento recompensado.
H - ¿Y cuando no es recompensado?
Q – Entonces pasa como el fruto inmaduro y reconcomido, que
amarga la cosecha y los ánimos. Así es mi amor frustrado ¡Ay, mi niña! ¿Estarás
pensando en mí como yo en ti? ¿Vivirás en un bucle laberíntico cuya salida es
mi retorno? ¿Te acuerdas siquiera de mí?
D - ¡Descuida! ¡Seguro que sí! ¡No sufras hijo mío!
H – Un momento, par de dos. Permitidme continuar con la
investigación
Q - ¿Y a el que le pasa?
D – Ayer leyó el Fedro
H - ¡Si me permitís! Voy a hacer una ligera variación en tu
enunciado, Quino. El amor es lo mejor que te “puede” pasar. Pero yo me
pregunto: Algo que en su naturaleza puede ser bueno y malo ¿Será el bien
supremo? Ya no esto ¿Será lo mejor que te pasará en el mundo? Sigamos tu
ejemplo. Trabajas, consigues dinero para comprar tiempo ¿Para qué? ¿Para
dedicarlo a tus asuntos, ya sean solo para ti o para los demás, cierto?
Q – Cierto
D – Siempre fui de darme a los demás.
H - ¿Y para que querrías esto? ¿Es que obtienes amor al
obtener tiempo?
Q – No tiene por qué, pero en algunos casos así es.
H – Pongamos uno de esos casos con el fin de poder entender
mejor el amor ¿Qué se obtiene de él?
Q – Es evidente ¡Todo!
H - ¿Y para que querrías “todo”? ¿”Todo” no engloba lo bueno
y lo malo?
Q – Supongo que sí
H – Vale. Hemos progresado un poco. El amor es todo lo bueno
y todo lo malo que te “puede” pasar en la vida ¿Estamos de acuerdo?
Q – Creo que sí
H – Pero contrapongamos esta idea con la realidad. Pongamos
el caso de un deportista. Un atleta. El entrena para correr mejor, y así
hacerse mejor ¿No?
Q – Así es
H – El ser mejor le hace mejor corredor. O sea, es un
corredor bueno. Es bueno ser de esta condición para el físico. Es un bien,
entonces. Y el bien, es bueno.
Q – Así me parece.
H – Luego ¿Amar te hace buen corredor?
Q – No directamente, pero una motivación como el amor puede hacerte,
sin llegar a ser excelente por su causa, un mejor deportista.
D – A mí me hizo morir, o sea matar a mi hijo, o sea morir.
H – Espléndido, te lo doy. Pongamos entonces el trabajo que
desempeña un piloto de caza. Requiere de un entrenamiento indudablemente
riguroso y de una sapiencia extraordinaria. Probemos con el nuestra pócima del
amor. Ser de este intelecto, es bueno, luego es un bien. Ser capaz, por tanto,
de pilotar un caza, es bueno ¿Amar te hace buen piloto de caza?
Q – Claro que no
H - ¿Puede ser entonces que estuviéramos errados y que el
amor no sea todo lo bueno, sino algunas cosas buenas y todo lo malo?
Q - ¡Eso no tiene sentido!
D – También lo creo, no sé a dónde quieres llegar.
H – Bien, bien. No habléis como si yo lo supiera todo, por
Dios santo.
D - ¿Tú también?
H – Examinemos los mismos casos. Un corredor que se prepara
mal, no entrena y no es habilidoso, es malo ¿No?
Q – Ciertamente.
H - ¿Será mal corredor aquel que ame?
Q – No necesariamente.
H - ¿Peor piloto de caza?
Q – Tampoco.
H - ¿Peor pescador, mecánico, fontanero, electricista?
Q – Claro que no.
H – Pero hemos aclarado que te puede hacer desgraciado como
es tu caso, querido Quino. O como le pasó a Dios cuando lo crucificaron. Sin
duda ser desgraciado es algo malo ¿Puede ser que tengamos una nueva frase?
El amor son algunas cosas buenas y malas que te pueden pasar
en la vida.
Q - ¿Qué es esto? ¿Por qué me siento como liberada el alma?
H – Ya sabemos, según nuestro razonamiento, que el amar es
profesar amor, y que el amor son algunas cosas buenas y malas que te pueden
pasar en la vida. Valdría la pena preguntarse si sirve de algo tan artificioso
valor.
Q – Claro, estaría bien.
H – Volvamos al dinero por el tiempo y para el amor. O a las manos que recogen el fruto del amor
¿Por qué alguien se arriesgaría a luchar por algo que tiene cosas buenas y/o malas,
y que no parecen ser lo suficientemente valiosas como para presentarse como un
fin en si mismo?
D – Yo ya sé la respuesta.
H – Gracias, pero no interrumpas amigo ¿Qué podría ser? Debe
ser algo grandioso ¿Y de este bien provendrán otras cosas? ¿Así hasta el
infinito? ¿Verdad que hasta hace un segundo concebíamos el amor como cénit?
¿Cómo todo lo que hay, bueno y malo?
Q – Así es.
H - ¿De qué cosas podríamos hablar equiparables a este
concepto que ya hemos retocado con nuestra investigación? ¿O acaso nos ha
parecido conveniente darle esta supina importancia y credibilidad al amor
porque estamos poseídos por él?
D – Quino desde luego sí.
Q – No parece, aunque yo quizá.
H – Pero, un segundo ¿Y si en tu locura hubiera cierta
lucidez? ¿Y si verdaderamente el amor fuera lo mejor que te pasará en el mundo?
Q – Ya quedó claro que no.
D – Eso iba a decir.
H – Examinemos la cuestión. Se trabaja para ganar dinero, o
sea, por un bien para comprar tiempo; necesariamente un bien mejor, porque
nadie intercambiaría un bien mejor por uno peor para producirse beneficio. Este
tiempo, entonces, se emplea en el amor; un bien mayor que puede ser malo. Pero
esto no acaba aquí.
Q - ¿Ah, no?
H – Tú me lo dirás, Quino ¿Cómo te sentirías si aquella
bella mujer te amase como tú a ella?
Q – Feliz, sereno, completo.
H - ¿Puede ser, entonces, que el amor sea un bien que
aspiramos a intercambiar por la felicidad, un bien mejor?
Q – Me cuadra.
D – Yo ya sabía la respuesta, pero hare como que os he
seguido hasta aquí.
H – Hagamos sumario, pues: el amor es algo bueno y malo que
te puede pasar en la vida, y que sirve para ser feliz ¿Conformes?
Q – Conforme.
D – Ídem.
H - ¿Y se puede amar solo a las personas?
Q – No lo sé.
H – Yo sospecho que si el amor sirve para ser feliz, todo
aquello que nos acerque a la felicidad y de paso nos la otorgue tenga la
capacidad de ser amado ¿No es entonces, Quino, mi querido amigo, una estupidez
preocuparse por no poder ser feliz por algo o alguien a quien amas, cuando hay
tantas maneras de ser feliz como cosas y personas hay en el mundo? ¿No debería
ser en cualquier caso tu preocupación última ser feliz?
Q – Es posible.
D – Si sirve de algo te digo que sí.
H – Ea. Y si el cultivo de una planta puede germinar mal o
bien, una bebida nos puede sentar mal o bien, un trabajo nos puede retribuir
mejor o peor ¿No sería lógico instruirse en la ciencia que nos enseñe como
hacer que estos procesos tiendan al bien, con el fin de alcanzar la felicidad,
el bien último, cuanto antes? ¿No poseerás tu por casualidad esta ciencia, no,
poeta?
Q – Ojalá
H – ¿Dios?
D – No soy tan omnisapiente.
H – Una lástima. Podríamos examinar esto más, pero en nada
canta el gallo.
D – Vivimos en Albacete…
H – Retirémonos ahora que nuestra mente está satisfecha.
Q – Yo aún la amo, aunque ahora me preocupa más cual será
esta dichosa ciencia ¡Descansad amigos!
D – Me vuelvo a los cielos.
H- Genial, y yo me vuelvo solo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario