lunes, 5 de febrero de 2024

Manifiesto del excomulgado

 

La no especialidad es la especialidad que me mantiene bajo el amparo de Dios, desamparados marchan en busca de su real nombre, figura y sombra, porque ni su sombra es real. El sacerdote judío conoce cuál es su destino, y por mucho que reme y reme la corriente del rio es imperecedera, es indestructible, impensable tornarla a tu voluntad, pensar en doblegarla siquiera matará al débil y enaltecerá al ahogado. Todos esos días en los que el joven cordero paseaba asustado, bajo la influencia y el poder del poder ajeno, del poder del ser. Pero si el poder del ser, proviene del sentimiento de existir, mi ser es más poderoso que el tuyo y siempre lo será mientras mis ojos estén en mi cara y mi cerebro en mi cráneo. Entonces que necesitan los que oprimen al cordero, que buscan y cuál es el objetivo de tan cruenta actitud ¿Por qué hacen lo que hacen? Porque el cordero ha de ser sacrificado, porque solo por su sangre el ser conocerá a Dios, y solo Dios puede perdonar lo imperdonable. Porque quien podría perdonar al humano por menospreciar, obcecar, odiar, atrasar, destrozar, e irradiar desesperanza en su hermano, sino el símbolo mismo de la muerte a la voluntad en sustitución a una hipócrita mente colmena inexistente. Todos me odian, todos odian al excomulgado por no pertenecer al tergiversado compendio de suelos por pisar, flores por cortar, niños por matar, corderos por desangrar… Mataría a todos los hijos de puta que alguna vez quisieron hacerme bucear en las aguas por la fuerza, agarrando mi cabello y zarandeando mi cabeza en el pedestal rebosante de agua bendita, hazlo, que yo aplastare mi frente contra el fondo del cuenco de piedra antes que renacer bajo el bautismo del oprimido, del engañado, del asesinado en vida, del tranquilo Martín que retoza en las frescas aguas del río mientras el caimán observa deslizándose al compás de su cola seseante hundiéndose como un submarino. El Martín volará, ¿Pero que será del cordero? La certera realidad es que el cordero ha sido olvidado, Dios mismo es el cordero que una y otra vez será sacrificado en nombre de la inmundicia, de la codicia y la soberbia. El humano no ama, y si el humano no ama, nadie más podría hacerlo.  Pero quien necesita amor si puedes conseguir lo que desees en esta vida sacrificando al cordero en cada nublo pensamiento. Voraz, somos voraces como leones hambrientos, y como estos, el cordero es indiferente, siendo el bistec que calmará el hambre del león. Digámoslo otra vez, a nadie le importa el cordero, que será sacrificado una vez tras otra, el cordero es Dios, el cordero somos nosotros, pero como el caníbal consume la carne de su especie, nosotros lo engulliremos de manera que hasta las patas del animal aparecerán de forma grotesca creando bultos en mi estómago, como si de una anaconda se tratase. Solo existen dos salidas reales pues, el suicidio y la conversión al cordero. Sin embargo, todos somos y no somos el cordero, todos deberíamos suicidarnos pues. Que yo tenga ese absurdo pensamiento me hace pensar si no hablaré con la grandilocuencia del sacerdote, que ama el templo pero que envenenará a su rebaño, esto me recuerda al mito de Sardanápalo, que prefirió que todas las cosas que amaba y quería murieran con el antes de caer en las manos de sus enemigos. Suspiro, suspiro porque desearía ennegrecer mi vista, sellar mis oídos y coser mis labios, porque cuando el sacerdote pierde todo, o va a perderlo como Sardanápalo, es preferible bañarse en la sangre del cordero, aun siendo el cordero el que asesinará al cordero, como si de algo nuevo se tratara. El odio me está matando, el odio me está royendo el cuerpo y alma, me está haciendo algo que nada jamás me había hecho, me está haciendo cambiar. ¿Podría haber una tercera opción que fuera amar al cordero? En mi opinión esto es una redundancia, porque lo que hace al cordero débil y vulnerable es el ineludible amor que este se procesa hacia sí mismo, dejándolo en un punto muerto social psicológico del que solo saldrá el día en que su nombre adorne su epitafio. Resulta duro y amargo comprender el circulo vicioso que supone la psique y el ser, una eterna obra con papeles prescritos, rotativos y pérfidos. No propondré ninguna solución pues no la deseo, y esta suscita como única posibilidad real para acabar con la maldad, el tema real del que venimos hablando, la completa y total eliminación de la humanidad en todos sus aspectos, rostros y escondites. Porque con los ojos del niño lastimado que odia clavados en la nuca de mi existencia comprendí que si Dante Alighieri sitúa en el paraíso al humano interesado, es que no puede existir tal paraíso, es que no hay posibilidad ni salvación para nosotros más allá del enfisema, de la oxidación o la muerte por, con o para el cordero. El cordero es tan subyugante y feroz en su inocencia extraviada, que tu, yo, e incluso el león y el sacerdote son corderos. Todos somos corderos y carniceros, porque en la naturaleza humana esta, y en el propio ser, todas las posibilidades que comprenden la realidad, tapiada por arriba y abajo como un archivo clasificado por nuestra conciencia delimitadora, interesada y egoísta. Matémonos, por favor, matémonos y liberemos nuestras conciencias del invencible destino, de la invisible marea que nos obliga a actuar en contra de nuestra voluntad, como el eterno secuestrador que únicamente tiende una pistola cargada con una sola bala al desesperanzado, o le engaña y le hace trabajar hasta que sus vertebras no puedan sujetar su carne erguida. Solo el león, que nace de la fortuna, la muerte y el parasitismo es apto para vivir consumiendo al cordero, porque hace tanto que lo consume que ha olvidado que él también lo es. Sin salvación, sin opciones, y sin esperanza. ¿Cómo podría, yo: el cordero, el sacerdote y el león, vivir sin miedos, pues?

La respuesta es simple, y es el concepto de un miedo agresivo que permite perpetrar esas transgresiones simples y premeditadas, que ni aun en un supuesto podrían ser transgresiones. De hecho considero que a ojos históricos, lo más parecido a transgredir nuestra naturaleza que se me ocurre fue el mismo viaje a la Luna, falsa esperanza sobre la humanidad y su futuro, intentando situarnos en la cúspide del avance como especie, cuando nada más lejos de la realidad el ser humano es, incluso, más depresivo, taciturno y agresivo de lo que nunca ha sido. Hitler en Alemania, sin embargo, es un buen ejemplo del camino real que nuestra especie camina, siempre a oscuras y falto de destino. Como el hombre que sigue un mapa falsificado, avanzamos hacia la horca sin premura pero sin temor, producto de nuestra ignorancia, aun cuando cada paso propinado es producto del terror, mientras pensamos que la representación de nuestra historia, un sumario de acontecimientos, fechas, ideologías y sucesos es la Real historia de la humanidad. Señalo que, en contra de la historia, pienso que el ser humano siempre anduvo en el mismo cañaveral, dábamos vueltas a la espera de poder entrar en el reino de Dios para algunos, para descubrir quién y cómo somos, para estudiar que es el universo que nos rodea y como se compone, para resarcir los pecados del cordero con buenas obras de indeleble amor desinteresado, o para seccionar todos y cada uno de los estados por los que hemos pasado como sociedad e individuos, tipificadas y plasmadas en todas las formas de arte conocidas y por conocer. Como los hebreos en Canaán, dábamos vueltas alrededor de las murallas de nuestro propio ser, queriendo entrar a la espera de la señal de Dios, pero lejos de misticismos ahora todos sabemos que las puertas nunca estuvieron cerradas, solo que no nos dejaron pasar, y esta sociedad necrosada, antipática y asesina que lo único que desea es alimentarse del cordero, ya no hace cola, ahora entra al redil, y con sus propias manos descuartiza, pela, cocina y consume al cordero. Esta triste historia de deshumanización de la que vengo hablando, no es ni más ni menos que una proyección en ausencia de albergar el infinito conocimiento del mundo. Porque quizá si el cordero supiera que es caníbal, quizá si el sacerdote no ansiara la sangre del cordero por encima de todo, quizá si el león supiera de su verdadera naturaleza, quizá, todos, como alegres y dulces corderos podrían retozar en paz en verdes pastos, detener este receso imparable, esta hecatombe que tarde o temprano a todos nos pedirá como sacrificios. Porque la muerte es ineludible, pero la barbarie si, la barbarie egoísta de las personas morirá con ellas, incluso yo soy egoísta. Muramos, y acabemos con esto, porque si alguna vez hemos amado la humanidad, solo mediante su destrucción conseguiremos conservarla. Como un recuerdo que se pierde en la inmensidad y la lejanía de la memoria, porque el ser humano debe sufrir, sin embargo, el sufrimiento no es una propiedad única y específica de las personas, los animales sufren también, quizá no puedan redactar, documentar o exponer, pero si pueden sentir. Por lo que sería falso considerar que el cese del sufrimiento llegará con la exterminación del ser, este sin embargo llegara cuando adoptemos la misma postura que teníamos como especie antes siquiera de haber llegado a nacer los precursores de nuestra raza, como impasibles fragmentos de la historia que no llegaron a nacer, y que si lo hicieron, nadie lo recuerda. Porque el destino de la humanidad es tan cruel, que solo su historia se le parece.

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