SITIO DE ALESIA:
Alesia fue la capital de los mandubios (una confederación de
tribus galas que vivieron en las regiones de lo que hoy es Borgoña y Jura). Una
de las tribus galas aliadas con los poderosos heduos (un pueblo celta de la
Galia prerromana, en la Francia contemporánea, que se asentaban en las áreas
del valle del río Saona)
El sitio de Alesia es un episodio de la historia especial; es
de aquellos casos, que si no es único, deben de haber contados símiles. En
resumen: A los sitiados, mientras tratan de librarse de sus sitiadores, sus
sitiadores a su vez son sitiados; y por tanto los sitiadores han de librarse de
sus sitiadores mientras tratan de sitiar a los sitiados. Sucede en el 50 a.C
aproximadamente. César aún es procónsul
(es decir, Roma aún era una república y no un Imperio) y envía un
despliegue militar extraordinario a pacificar el territorio galo a petición de
otras tribus galas sirvientes de Roma. Lo que sucedió a continuación, podría
asemejarse al desdoblamiento de conquista Napoleónico con el que José I acabará
siendo rey. El ejército romano, conmovido por la fertilidad y espesura de
aquellas tierras, por sus ríos y su fauna: decidió asentarse en la Galia a
consecuencia de tener que enfrentarse contra las tribus endémicas. Por supuesto
las matanzas por parte del ejército romano sobre las tribus se sucedieron en
consecuencia a la potencial amenaza bélica que suponía este cuerpo militar por
aquel entonces, y esto impulsó a las tribus galas a aliarse en pos de
defenderse del enemigo común. Esto sucedió durante un concilio en Bibracte (la
actual Borgoña) donde se eligió como líder de las tribus galas a Vercingétorix;
y con éste al mando se enfrentaron al invasor.
El primer problema que los galos encontraron, fue la
superioridad de las huestes romanas frente a las galas en el clásico “cara a
cara” en campo abierto. Tanto es así, que incluso con ejércitos mejores
preparados que el romano también perderán y solo saldrán victoriosos de la
batalla de Gergovia. Esto les llevará a adoptar una estrategia de “tierra quemada”.
Consistirá en huir de las tropas romanas quemando las cosechas y estructuras a
su paso para desabastecerles. Y los romanos, sin línea de suministros, no
tardarían en debilitarse y sentirse cansados ya que las únicas provisiones con
las que contaban eran las que llevaban encima. Por cuestiones humanas de aquel
entonces como pueden ser: la honra y el orgullo, las tribus galas aún
intentaron plantar cara a los romanos repetidas veces con nefastos resultados.
En vista de esto, Vercingetorix, que planea enfrentarse al ejército romano con
sus fuerzas al completo (reagrupando a sus tropas, y aguardando los
levantamientos de los pueblos galos que comenzaban a rebelarse) se establece en
lo alto de Alesia con 80.000 hombres y manda fortificar el terreno. El ejército
galo al completo supondría un cuerpo militar seis veces mayor que el romano, y
Alesia, era un enclave estratégico muy importante.
Alesia es una meseta de 150 metros de altura y 18 kilómetros
de perímetro sobre el monte Auxois con buenas defensas naturales; el río Lutosa
(actual Ose) al norte, y el Orserain al sur (Ambos tributarios del Sequana
(Sena)), y el Brenne al oeste. Este accidente geográfico contaba con el
Pennevelle al este; al norte, el Bussy (nordeste) y el Rea (noroeste); además
del Flavincy en el sur. Todos aquellos eran montes por cuyos valles se extendía
el cauce de éstos ríos. Por último, la vegetación de la meseta era frondosa, y
la estrechez de la única llanura que se extendía suponía un impedimento para
las cargas. Así pues, la posición de altura estratégica, y las sólidas
fortificaciones galas (empalizadas con tierra y vigas de por medio) dejaban a
los romanos con la única posibilidad de enfrentar a los galos en una ofensiva
en la que habrían de sitiar un territorio que planteaba desde el comienzo
problemas para ellos. Por su parte, César, que distaba de ser un novicio del
campo de batalla; contaba con 10 legiones (que serían unos 50.000 hombres) y se
enfrentaba a otro inconveniente aparte de la imposibilidad de acceso a Alesia.
Como bien he mencionado, se preparaba un ejército galo que superaría en número
las legiones de César sustancialmente, y era cuestión de tiempo que fueran
metidos en la desventajosa situación de una batalla a dos frentes. Además, por
medio de algunos galos convertidos en rehénes, César supo que aparte de los
80.000 hombres del ejército de Vercingetorix Alesia contaba con más de 10.000
habitantes; y que el cómputo global de casi 100.000 galos solo contaba con
provisiones para treinta días. Todo esto le lleva a pensar que debe rendir
Alesia mientras aún tenga tiempo, y ordenando el asedio de la misma, comienza
“el sitio de Alesia”.
Lo primero que hizo César fue prevenir las salidas, creando
un perímetro de 23 fuertes y cavando zanjas de aproximados 6 metros de ancho en
el oeste de Alesia, entre los ríos Ose y Orserain, creando un dique que les
impidiera escapar (Muy al estilo de los titulum, zanjas paralelas situadas en
orientación a las salidas de las fortalezas.) Ésta era una táctica muy típica
del ejército romano y además muy eficaz. Si por ejemplo los celtas hubieran
querido salir en algún momento, digamos, en un barrido sorpresa nocturno con la
caballería; les habría resultado imposible por los titulum, las zanjas y los
fuertes. Sin embargo esto no fue sino el comienzo de la labor de construcción
romana; de quienes se decía que más que hábiles con sus lanzas y espadas, lo
eran con sus palas.
A 400 metros de donde habían construido las primeras zanjas, construyeron dos fosos paralelos de 6 metros de ancho, 6 de profundo y unos 16 kilómetros (cada uno) que rodeaban la ciudad. El primero de los anillos, por medio de drenajes y uso de los ríos de la zona, fue colmado de agua. De mientras, entre los dos anillos, se dedican a posicionar tarugos (lengüetas de hierro con punta de treinta centímetros de grosor y forma de garfio enterradas sólidamente en la arena con estacas) que enterrados se perdían de la vista de cualquiera que no supiera donde yacían. Por la estructura del instrumento y su localización, los pies de los enemigos quedarían profundamente atravesados y sería prácticamente imposible soltarse o desvalijar la trampa. Luego dispusieron ocho hileras de hoyos con lilias (estacas dispuestas con el fin de empalar ocultas por un manto de hierba y hojas) además de otras cinco zanjas más de un metro y medio con ramas de asta de ciervo (con forma de vara espinosa; recolectadas y talladas manualmente) con un uso muy parecido al del alambre de espino.
Más adelante y en consecuencia al hambre que asolaba a los
celtas, sucede un episodio en el que Vercingetorix ordenará a todos los hombres
que no puedan luchar que abandonen Alesia. Esto con el fin de reducir el número
de bocas que alimentar, aunque a los desertores les sirviera para ser
asesinados o hechos esclavos por los romanos. Sin embargo, los romanos no les
dejarán pasar más allá de la línea de asedio, y los civiles quedarán contenidos
y condenados a morir de hambre en tierra de nadie bajo la vista de romanos y
galos (con todo el desgaste psicológico que esto conllevó). En el 52 a.C Alesia
está sitiada y a punto de caer, un gran número de hombres adorna la tierra de
nadie en un horrísono espectáculo en el que la mayoría han muerto de hambre y
algunos todavía se debaten entre la vida y la muerte.
De repente, un ejército sobrecogedor e inmenso irrumpe en la
zona. Era el ejército galo del que tan temeroso se mostraba César, compuesto
por unos aproximados 250.000 galos. Las cifras del encuentro se contabilizan
ahora en 50.000 romanos contra 300.000 galos. Sin embargo César, quien había
sido prevenido, mandó fortificar el campamento romano pero ahora para
defenderse de sus sitiadores. Se creó un
nuevo muro defensivo y un anillo de características similares pero de 20
kilómetros de longitud, con cuatro cuarteles de caballería, otros cuatro de
infantería y torres cada 25 metros (entre unas 1.500 y 2.000 torres). Otra
ventaja, era la inexistencia de un sistema de comunicación entre ambos frentes
galos, por lo que no tendrían manera de coordinarse o ponerse de acuerdo. Los
de la ciudad de Alesia salían bajo la comandancia de Vercingetorix. Por medio
de bronce y metales bruñidos, al contrario que los galos, los romanos eran
capaces de comunicarse aunque rudimentariamente de una manera eficaz. Por lo
que César podía disponer de sus tropas en torno a los 20 kilómetros del terreno
satisfactoriamente, dejando siempre una parte de su ejército descansando. Se
inicia una nueva batalla de desgaste donde las bajas de los galos se suceden, y
en el segundo día, los galos descubren un punto débil de la estrategia
defensiva romana y deciden aprovecharlo lo máximo posible: aunque no podrán
culminar debido a sus tropas diezmadas. Finalmente, en una audacia estratégica,
César reúne a su caballería restante (entre ellos muchos mercenarios germanos)
y lleva a cabo una última carga en la que él mismo participará, saliendo y
tratando de dispersar a las tropas restantes.
Es importante comprender la naturaleza hostigadora del
ejército romano, que con sus catapultas de torsión (que disparaban grandes
virotes, lanzas y piedras), su arquería y las defensas del entorno se
conformaba como un temible enemigo en cuestiones tácticas. Tras tres días
luchando, pese al gran número de galos; el desgaste ya no solo físico sino
también psicológico y las innumerables bajas aliadas les llevaron a batirse en
retirada. Se dice que éstos no fueron perseguidos y ajusticiados por los
romanos durante su huida (como era costumbre para rematar estos conflictos de
la antigüedad), por lo exhaustos y agotados que se encontraban los soldados.
Cuando este ejército de salvamento fue rechazado, la ciudad
de Alesia se rindió ante César, y una vez dentro exigió que todos los guerreros
galos depositaran las armas a sus pies. Según nos cuenta Julio César en su
“Guerra de las Galias”, cuando le llegó el turno a Vercingetorix este le dijo:
“Heme aquí, un hombre fuerte. Me humillo ante ti, hombre fortísimo”.(Haciendo
alusión al mérito que supuso unir todas las tribus galas siendo tan joven y las
tribus tan conflictivas). César despertó en el senado grandes envidias a su
vuelta y no fue tratado con la pomposidad que correspondía a su hazaña, y
Vercingetorix, fue hecho esclavo y llevado a Roma, donde aguardó seis años para
aparecer durante el desfile triunfal de César y donde tras eso, fue estrangulado
(más concretamente, ahorcado) por orden del propio César.
(Histocast-sitios
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