domingo, 12 de mayo de 2024

el espectador

 

Y cuando por la luz del sol naciente vislumbre mis quemados ojos posando lo que quedaba de mirada en el firmamento, logré discernir una tenue pero inmensa oscuridad que me envolvía tras de mí, delante y en cualesquiera de los sitios que antes observaban mis cabizbajos parpados…  Entonces lo vi, una extensión sin principio ni final en la que me perdía como una coma en la biblia, como una gota en el mar, como un huevo en el nido. Nacía y moría una y otra vez mientras mi constreñido corazón estiraba sus extremidades como el comatoso que emprende su vida una vez más, ambos habiendo despertado de un largo sueño. ¿Y quién era yo para cuestionarla? ¿Y quién era yo para vivirla? Dios me esperaba en el pasillo, al final, aguardando mi llegada con mirada condescendiente pero amorosa. Como la de un padre, como la de un amigo. Y entonces comprendí que si Dios no existía, ¿Con quién habría estado hablando todo este tiempo?  ¿Se habrían perdido mis palabras, mis sonidos, pensamientos encerrados en simples códigos en la inmensidad? ¿En la oscuridad? Y quise pensar que no, y quise pensar que allí estaba yo. Abrazado con la oscuridad. Siendo uno con todo.

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