lunes, 12 de febrero de 2024

Recopilación de episodios históricos legendarios (4/7)

 

Ésta batalla es recordada como uno de los episodios defensivos españoles más excepcionales de la historia. Veremos cómo los tercios, aún en una inferioridad numérica pasmosa, lejos de rehuir el combate se lanzan temerariamente hacia la victoria (aunque tampoco te contaré antes de tiempo el resultado). Este episodio está a la altura del episodio del asedio de Cartagena de Indias, aunque es particularmente desconocido. Sin más demora, hablemos de los precedentes.

Sucede tras la batalla de Pavía (1525), aproximadamente entre el año 1535 y 1536 (he corroborado que puede ser incluso 1538) se forja una de las tantas Santas Ligas que se llevarán a cabo durante la historia de Europa. Está conformada por españoles, venecianos y el papado, y tienen como enemigo común el Imperio Turco, y cada uno por razones diferentes. A Venecia sus rutas le son de suma importancia (evidentemente) y su ruta comercial más importante era continuamente saboteada por los turcos. Para España, el problema es que el norte de la costa sur del Mediterráneo, y la costa de la Berbería (África del norte) son un nido de piratas. Y el papado conspira contra Turquía en base al peligro que supondrían para la cristiandad. El objetivo de esta Santa Liga es frenar la poderosísima flota turca al mando del virrey Kar-Ad-Din “Barbarroja”, y para esto tratarán de repetir la estrategia de la batalla de Lepanto con una gran flota cristiana que acorrala a Barbarroja en un puerto, ejerciendo un bloqueo, pero del cual éste es capaz de salir con sus aproximadas 170 naves llevando a cabo una maniobra espectacular que infunde el desánimo en esta flota cristiana. Tras esto hay un encontronazo que algunos califican como “batalla naval”, más concretamente la Batalla de Preveza, donde los cristianos finalmente se retiran. Esta sería la parte marítima de la Santa Liga, porque por el ámbito terrestre se habían propuesto establecer una cabeza de puente (fortificación armada que protege el extremo de un puente más cercano a la posición enemiga) en la costa Dálmata. Esto porque esperaban haber vencido en Preveza, y Castelnuovo se trataba de un lugar perfecto desde el que formar un enclave hacia territorio turco (lo que sería Bosnia hoy día) y dar un golpe de muerte a la parte europea del imperio Turco. Castelnuovo se encontraría en “Kotor” (antes llamado Cátaro y que hoy día se le conoce como Herceg Novi), un fiordo de Montenegro a cuarenta kilómetros de Dubrovnik, por aquel entonces, la famosa ciudad-estado de Ragusa (aliada del imperio español por su enemistad con los venecianos). En resumen, Castelnuovo es tomada por soldados españoles y Carlos V manda a la zona un tercio, formado por quince banderas (Cada una de ellas obtenidas con una respectiva victoria) que no habían obtenido todos como unidad sino que era el producto de la unión de varios tercios y sus consiguientes banderas (es decir no se trataba de un tercio “de casta” como se les llamaba a las más veteranas y expertas de las unidades), la mayoría de los integrantes de este tercio que pasaría a llamarse Tercio de Castelnuovo eran originarios del tercio viejo de Lombardía (Milán). Habían sido enviados allí como resultado de un motín que habrían iniciado en Milán (sobre esto hay diferentes teorías; muchos historiadores están de acuerdo a que será tras la batalla de Preveza que se disolverá esta Santa Liga, esto debido a la petición veneciana sobre Carlos V de desalojar al tercio con el fin de entregarles un territorio que ellos asegurarían “por proximidad” les pertenece, a lo que Carlos V se niega. Según esto, los Tercios de Castelnuovo habrían sido enviados allí con el fin de alejarlos de la península italiana tras su amotinamiento y con el fin de castigarlos). Una curiosidad sobre los amotinamientos es que realmente suponían el mayor riesgo a nivel logístico del ejército, y estos se sucedían continuamente, aunque se dice que los tercios españoles aguardaban haber completado el trabajo para solo después amotinarse. También se habla de la relación de Carlos V con sus huestes como algo realmente cómico. Estos soldados muchas veces morían sin haber visto siquiera una vez al rey, y el que lo hacía se sentía realmente afortunado. Tanto, que aprovechaban el prognatismo del monarca para llamarle: “¡Bocina!” Sin embargo, el rey, conocedor de las hazañas y el desempeño de estos sujetos, nunca llegó a hacer mayor caso a sus burlas. Por último, volviendo al tercio de Castelnuovo, tendrían a Francisco Sarmiento de Mendoza y Manuel como maestre de campo.

Trayendo de nuevo el episodio, Barbarroja, crecido después de la batalla de Preveza plantea recuperar Castelnuovo por la desventaja que supondría tener un enclave de tales características en tierra musulmana. Por lo que en el verano de 1539, en julio, se dirige al fiordo y comienza los preparativos para asediar la fortaleza con sustanciosos medios. Con el fin de dar un golpe decisivo, llega por tierra y por mar a la zona. Por mar llega con una flota turca de 130 galeras, 70 galeotas y 20.000 aparte de 4.000  jenízaros (la tropa de élite turca). Y por tierra, venían 30.000 soldados dirigidos por el ulema de Bosnia, dirigiéndose por la espalda de la fortaleza. En total, ya van unos 54.000 turcos desplegados en torno a Castelnuovo, la cual era una ciudad media que contaba con murallas y ciudadela sin llegar a ser nada del otro mundo. Sarmiento sabía de la intención de Barbarroja, y por tanto se habría dedicado a fortalecer los muros aunque francamente, no tuvo mucho tiempo para esto. Recordemos que contra este ejército se preparan 3.500 españoles y algunos añadidos como venecianos, etc… pero en total no llegaban a las 4.000 unidades (estaríamos hablando de una proporción superior de 10 a 1) Además, estaban completamente incomunicados, pues Venecia en consecuencia a lo anteriormente mencionado se habría quitado de en medio de toda esta operación y los tercios no contaban con muchos más aliados en el Adriático, por no mencionar que solo contaban con unas 20-30 galeras y que Barbarroja había cerrado todo el fiordo con su flota, así que tampoco contaban con una línea de suministros con la que abastecerse.

Con esto, Barbarroja instala su campamento y comienza los primeros trabajos de fortificaciones. A medida que avanzan en esto, lanzan los primeros asaltos y todos resultan ser un fracaso. En uno de estos asaltos, los españoles reparan en que las obras turcas comienzan a acercarse peligrosamente a las murallas de Castelnuovo y entonces decidirán hacer una encamisada. Las encamisadas consisten en un asalto nocturno de normalmente poca duración, donde con espada y vizcaína en mano el objetivo es reducir el número de las tropas enemigas resintiéndose las aliadas lo mínimo posible, y la destrucción de infraestructuras. Para ello, y de ahí el nombre, se disponían unas blusas blancas por encima del ropaje para poder ser identificados por los otros miembros de la encamisada en la oscuridad. Pues bien, en la encamisada de esa misma noche saldrán un total de 800 españoles que toparán con un gran contingente de jenízaros comandados por el capitán Ají. Estos son sorprendidos de tal forma que lo que comienza como una encamisada se convierte en una masacre. Las fuentes no nos dicen cuántos jenízaros cayeron en este asalto, pero se supone que el capitán Ají era uno de los favoritos de Barbarroja, por lo que probablemente fueron muchos los miembros de aquel contingente y los que cayeron aquella noche. De hecho, no quedo ni uno, ni tan siquiera el capitán Ají. Tras esto, las obras de los turcos quedan desguarnecidas, y a Barbarroja se le ocurre la idea de ofrecer a los tercios de Castelnuovo una rendición honrosa (o rendición de fortaleza). Se diferencia de cualquier otra clase de rendición en que aquí los sitiados saldrían con sus armas, pudiendo recoger sus banderas y sin recibir daño alguno o siendo usados de esclavos. A esto Sarmiento se niega con la frase: “Venid cuando queráis”. Esto no sienta nada bien al almirante, que decide poner en uso la famosa artillería de sitio turca la cual ha sido desplegada mientras discurría la negociación. Está artillería ha sido dispuesta en puntos estratégicos y destruye fácilmente las murallas de la ciudad al poco de iniciar el bombardeo. Tras esto los turcos comenzarán un asalto directo a las ruinas, donde los supervivientes los reciben dispuestos a luchar, y donde finalmente los turcos habrán de retirarse con aproximadamente 6.000 bajas frente a las 50 muertos entre los tercios. Se dice que muchos de los españoles murieron después del asalto a causa de las heridas, pero que no nos confunda el completo desbalance entre estas dos potencias, pues los tercios manejaban estos números habitualmente en sus enfrentamientos. También se dice de los jenízaros que envenenaban las puntas de las flechas (en Lepanto por ejemplo) pero esto es una elucubración.

Nos encontramos en las ruinas, con los tercios entre las estructuras aguardando una nueva ofensiva, pero como ya venía siendo costumbre se adelantarán a los turcos y organizarán esa misma noche una nueva encamisada. Aunque ésta, a diferencia de la anterior, no tendrá como objetivo frenar las obras o destruir las infraestructuras turcas, sino que acaeció directamente sobre el campamento turco. 600 españoles salen de las ruinas y se dirigen directamente hacia allí. Cuando los turcos se dan cuenta de lo que está pasando cunde el pánico, y se produce una estampida de tal magnitud que no solo tiraron todo aquello que encontraron en su camino: también tiraron la tienda de almirante de Barbarroja. Y es en este momento que la guardia personal de Barbarroja, temerosos de que quedara aplastado entre el tumulto de soldados que huyen desconcertados, lo cogen por los hombros y se lo llevan arrastrando a la flota donde acabará embarcado. Pese a todo, al tratarse de una encamisada, no se podía obtener de esta operación una victoria decisiva; por lo que se marchan disfrutando de uno de los muchos sentidos de la victoria. Tras esto el campamento turco es montado de nuevo y Barbarroja regresa a su tienda.

Los asaltos a las ruinas se continúan sucediendo hasta que los efectivos españoles se redujeron a 600 hombres y ni aun así se rindieron. En este momento Sarmiento decide que es momento de retirarse a la ciudadela. Durante esta retirada dirigida por Sarmiento y algunos de sus capitanes a caballo, Sarmiento recibirá tres flechazos en la cabeza, pero aun así no dejará de guiar a sus huestes hacia la ciudadela. Para aquel entonces quedarían entre 200 y 300 españoles en la ciudadela de la que solo quedaba una torre, y abajo, Sarmiento junto a sus últimos capitanes y tropas; que aún se estarían batiendo en duelo con el enemigo. Es en este momento que le tiran una soga desde lo alto de la estructura con la intención de auparlo. Sarmiento, ni corto ni perezoso, se giró hacia arriba y les dijo: “Nunca quiera Dios que yo me salve y mis capitanes mueran” y lanzando el cabo arriba de nuevo permanece luchando hasta morir. Poco después, quedarían unos 200 españoles en su mayoría heridos que tratarían de rendirse en el último momento. Muchos de ellos fueron ejecutados en el acto y otros fueron enviados como esclavos a Constantinopla, y aun así, de los enviados como esclavos; veinticinco lograron escapar en una barcaza, llegar a costas de Sicilia y salvarse. El sitio llega a su fin el 11 de agosto de 1539 (apenas un mes del comienzo de esta operación) y los turcos habían perdido un aproximado de entre 20.000 y 24.000 hombres. Lo que nos deja una proporción de que por cada español fueron asesinados cinco turcos (entre ellos todo el contingente de jenízaros). Como anécdota final, uno de los capitanes de Sarmiento, un vasco llamado Machín de Munguía; se había destacado entre todas las tropas en la batalla de Preveza por su compañía de vizcaínos, con la que estuvo defendiendo con uñas y dientes una galera veneciana averiada rodeada por tres naves turcas y a la que finalmente logró salvar. Esto le galardonó de un gran renombre entre los soldados. Éste fue uno de los últimos capitanes que quedó luchando junto a Sarmiento y fue capturado vivo por Barbarroja, dándole la oportunidad de trabajar para el en la galera (convertirse en renegado) o la muerte. Machín prefirió la segunda opción y fue decapitado allí mismo. Pese a la derrota, los españoles fueron reconocidos como prácticamente héroes mitológicos, y muchas de las anécdotas de este asedio recorrerían Europa de boca en boca de los juglares. Es así que nos llega una estrofa de un poema dedicado “a los huesos blancos de los españoles que relucen en la muralla de Castelnuovo” de Gutierre de Cetina, un poeta del siglo de oro español, en el que dice: “que envuelta en vuestra sangre la llevaste, sino para probar que la memoria de la dichosa muerte que alcanzaste, se debe envidiar más que la victoria”.

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